jueves, 15 de noviembre de 2007

Asedio de mesa

Fue burlada la defensa principal (pienso), con las puertas del castillo derribadas nuestra infantería caerá en un combate sangriento, la torre principal se derrumba ante un fuerte ataque de ariete, mientras gran parte de los caballeros dieron la vida defendiendo a mujeres y niños. De pronto un grito -¡Están en la sala del Rey!- ya es muy tarde, nada se puede hacer, lo han rodeado, no hay escapatoria.

Escucho una voz amiga que me dice -¿Un mejor de tres?-, me desenfrasco del juego y vuelvo a la realidad, coloco las piezas en su lugar para comenzar otra vez el asedio.

Mas alla de la brecha del tiempo

La profesora Mcqueen se encontraba lista. El tono de voz del doctor Petrnokov, al cual llevaba años ayudando en su investigación, delataba toda la excitación del momento. Serian los únicos humanos en viajar a través del tiempo y el espacio. Entonces bruscamente su gesto cambió. Ella sabia el porque de su preocupación, no sabían que encontrarían mas allá de la brecha del tiempo.

Con la cabeza afirmo la mujer que deseaba con ansias embarcarse en tal arriesgada empresa, era la hora de comenzar, el profesor manipulo los extraños dispositivos que Mcqueen ya había visto en los experimentos con objetos y animales, a diferencia de esa vez esta seria distinta, ahora ella era quien viajaría a lo desconocido, o quien seria desintegrada en un fallo accidental.

Comenzó la colorida cuenta regresiva en el panel, recorriendo ese amplio espectro de colores, marcando finalmente verde, no podía significar en nuestro lenguaje universal otra cosa más que ya no había vuelta atrás, comenzó a sentir la picazón de la estática que recorría su cuerpo, luego una sensación inexplicable tal como se lo había imaginado, con la palabras del profesor sonaron en su mente describiéndola perfectamente: -Algo que jamás un ser humano ha experimentado, ni pudiese imaginar-. Un destello de luz y se encontraba sobrevolando un gran mar de color verde azulado, en que extrañas formas primordiales flotaban con rumbo azaroso. En ese momento dejo de ser una persona maravillada, o una gran científica comprobando alguna teoría investigada durante toda su formación, sino que era el primer ser humano en observar el nacimiento de todo ser viviente en nuestro planeta.

Diferentes formas vacilaban danzantes en ese mar de creación, colores exaltantes, inexistentes en la actual vida imperante en nuestro planeta, titilantes luces en el fondo marino, dando cuenta de los antiguos habitantes que alguna vez existieron. Fue en ese instante cuando ocurrió lo que marcaría su vida para siempre, a lo lejos ultrajando el monótono horizonte, diviso como terroríficamente geométrica se alzaba esa torre de obsidiana, la cual a medida observaba, esta iba derrumbando toda una vida de conocimiento e ideales, dejando en ese mismo instante de existir en si como ella, borrando todo entusiasmo y espíritu de aventura, siendo sustituido por un horror por lo desconocido y pasado, por algo ya inexistente en épocas actuales, y ahí estaba imperando el paisaje como vigilándola, desde un cuasi-ojo, esculpido en su frontal.

Su mano en un acto reflejo activo los comandos, nuevamente marcando verde le hicieron experimentar el hormigueo de la estática, el cual ya no producía esa sensación agradable inspirada por el hambre de conocimiento, sino que se relacionaba inmediatamente con ese pavor por lo horripilante, haciéndole regresar en el mismo instante al lugar donde comenzó su viaje, desvaneciéndose al ver a Petrnokov.

Horas después despertó bajo la mirada del doctor, el la había tendido sobre una cama, y le había hecho volver en si, con el pecho aun apretado lo abrazo, no sentía ningún apego por este hombre endurecido por las ciencias y lo desconocido, pero era lo mas cercano que poseía para poder tranquilizarse y asegurarse de la época en la cual se encontraba, fue entonces cuando al mirarle la mano noto el anillo del profesor, el cual jamás había apreciado con detenimiento, pero esta vez era distinto, ahora comprendía el óculo que se tallaba en esa joya de obsidiana, produciéndole un terror indescriptible. Ahí, en ese seco dedo anular, se encontraba nuevamente observándola ese signo, del cual ahora entendía su primigenio origen , figura que jamás podría olvidar, y le acosaría por siempre hasta la muerte e incluso en sus mas profundos sueños.